Nos pasamos la vida anhelando y temiendo los cambios. En el terreno profesional si todo es demasiado rutinario, nos aburrimos y sentimos ausencia de vitalidad y energía, esto es, de ¡motivación!, ahora bien, cuando se anuncia un cambio relevante en nuestra empresa (sobre todo en estos tiempos que corren) es fácil que se despierte el miedo, acompañado muchas veces de ansiedad, pereza, angustia, e incertidumbre entre otros estados emocionales.
Pero no siempre es así, y no en todas las personas, ya que un cambio puede despertar también ilusión, expectativas de mejora, de renovación, de oportunidad para crecer personal o profesionalmente, etc.
Quizá esta segunda percepción del cambio sea la menos frecuente, aunque sea más apetecible ¿no? La clave es: ¿sabemos por qué?, ¿dónde buscamos las causas: dentro o fuera de la organización, o en el interior de cada individuo?, ¿qué puedes hacer tú?, ¿dónde te sitúas en relación al cambio?, ¿cómo gestionas la incertidumbre?, ¿cómo se expresa y desarrolla el cambio en tu empresa?, ¿dónde pones tú el foco: en el cambio o en la resistencia al cambio? Y ¿tu departamento?
Éstas, son unas cuantas reflexiones para realizar tanto de forma individual como en equipo, en momentos de cambio dentro de la organización. ¿Para qué? Para ser conscientes tanto de lo que ocurre a nivel emocional dentro de nosotros como lo que ocurre a nivel funcional y emocional en la empresa y en nuestros equipos. Ser conscientes de todo ello nos ayuda, por un lado a poder elegir cómo responder ante la situación, esto permite reducir el volumen de conductas reactivas que tenemos fruto del torbellino emocional que se despierta con el cambio; y por otro lado, facilitar la reflexión individual y compartida nos ayudará a disponer de mayor información para buscar soluciones que den respuesta al mayor número de necesidades posibles.
Ahora bien, no basta con pararse a reflexionar y ya está, es hora de que las empresas y sobretodo las personas con cargos de responsabilidad dentro de ella, dediquen una parte de su tiempo y atención a prepararse mentalmente para responder de forma creativa, resolutiva y sin costes emocionales frente a los cambios, para que esas reflexiones sean productivas y ellos puedan ser agentes del cambio dentro de la empresa.
Se pueden aprender recursos de entrenamiento mental muy sencillos que sirven para mejorar la capacidad de adaptación al cambio, mejorar la gestión del miedo, y desarrollar un nivel óptimo de autoconfianza y confianza en el equipo, capacidades necesarias para hacer frente a los cambios. Algunos recursos de entrenamiento mental que sirven a esta finalidad son: visualización, mindfulness, gimnasia cerebral y autoinstrucciones positivas, entre otros.
En el siglo XXI, la velocidad a la que se mueve la información, el dinero, las ideas, etc. hace indispensable ser capaz de gestionar el cambio y la incertidumbre, no sólo para mantener el propio bienestar personal –cuestión fundamental-, sino también para facilitar el crecimiento y subsistencia de las organizaciones.
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