Siguiendo con mi post del pasado día 23 de enero, “RSE: estrategia, estrategia y estrategia”, aprovecho la oportunidad que nos brinda esta Cámara de Comercio, para compartir algunas reflexiones más en torno a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE).

En esta ocasión, trataré de explicar lo que yo llamo la “lógica de las cosas” o, dicho de otra manera, algunas ideas fundamentales que nos llevan a considerar la responsabilidad social un aspecto esencial de la gestión empresarial actual.

  • En primer lugar, debemos tener muy presente que las empresas desarrollan su actividad en un mundo cada vez más global, complejo y cambiante, que se enfrenta a grandes retos económicos (desempleo, recursos limitados, desigualdades…), sociales (aumento y envejecimiento de la población, urbanización del planeta, revolución tecnológica…) y medioambientales (escasez de recursos naturales, contaminación, cambio climático…).
  • Además, las crisis encadenadas de los últimos años y los escándalos empresariales y financieros por todos conocidos, han puesto de manifiesto, aún más, la necesidad de revisar patrones de comportamiento que no son éticos y modelos económicos no sostenibles a largo plazo. Como dijo Einstein, “no podemos resolver problemas utilizando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos”.
  • En el contexto actual, con una reducción de los recursos de las Administraciones públicas más que evidente, las empresas están adquiriendo un creciente protagonismo en la sociedad, por su capacidad para invertir, crear empleo y generar innovación. Son, más que nunca, el principal motor de la economía de un país y, por lo tanto, de ellas depende en gran medida un desarrollo verdaderamente sostenible. Este protagonismo de las empresas hace que su forma de actuar y de “autorregularse” sea un aspecto muy relevante no sólo para ellas, sino para toda la sociedad.
  • En el nuevo entorno, los distintos actores sociales se han hecho más exigentes: los consumidores están cada vez más formados e informados y tienden a penalizar a empresas y productos no responsables; de la misma manera, las ONGs y otras organizaciones vigilan cada vez más el comportamiento de las empresas, denunciando situaciones anómalas e irregulares; y, por su parte, los medios de comunicación y las redes sociales actúan como amplificadores de estas demandas y denuncias.

Para las empresas, afrontar todos estos retos requiere poner en marcha una estrategia basada en los pilares de la Responsabilidad Social Empresarial:

  • por un lado, en el equilibrio permanente del desempeño económico, social y medioambiental (las tres esferas de la sostenibilidad);
  • por otro, en comportamientos éticos y transparentes;
  • y, en tercer lugar, en el diálogo con los grupos de interés.

Detrás de todo esto, hay un cambio en el paradigma empresarial: empresas que se abren cada vez más a su entorno, que interactúan, que piensan más en el largo plazo, que son más innovadoras, que preguntan y escuchan a sus grupos de interés, que intentan satisfacer las expectativas de estos… empresas que son cada vez más conscientes de sus impactos positivos y negativos en la sociedad y que consideran prioritario gestionar estos impactos eficientemente. (No olvidemos que la Comisión Europea definió en 2011 la RSE como “la responsabilidad de las empresas por sus impactos en la sociedad”).

Como decía en mi anterior post, esta forma de plantear los negocios, esta estrategia empresarial responsable permite gestionar mejor los riesgos y detectar nuevas oportunidades de negocio, que pueden convertirse en ventajas competitivas, creando así valor para la propia empresa y para toda la sociedad (en línea con el famoso –y también polémico– concepto de “valor compartido” propuesto por los norteamericanos Porter y Kramer).

En nuestro país, las grandes empresas –muchas de las cuales son líderes mundiales en diferentes sectores de actividad (infraestructuras, energía, telecomunicaciones, turismo…)– han interiorizado los principios de la RSE y los han incorporado transversalmente en su estrategia, de tal manera que muchas de ellas son en la actualidad líderes de los principales índices de sostenibilidad mundiales, como el Dow Jones Sustainability Index, en el que están presentes 17 grandes compañías españolas.

Estas grandes empresas ejercen un importante efecto tractor no solo en términos económicos, sino también en lo que a buenas prácticas empresariales se refiere, y exigen a sus proveedores que apliquen determinadas políticas de responsabilidad social, porque estas son garantía de eficiencia, solvencia y competitividad. Dicho de otra manera, “hacer RSE” abre las puertas a nuevos negocios.

Precisamente por ello, por ser la responsabilidad social un elemento de competitividad, tenemos el reto de extender esta estrategia a las pequeñas y medianas empresas, que constituyen la mayor parte del tejido empresarial español y sobre las que pivotan numerosísimos puestos de trabajo existentes y potenciales.

Algunas Pymes deben superar la idea equivocada de que la RSE es solo una moda vinculada al marketing y a la imagen o bien un asunto exclusivo de las grandes empresas. Deben contemplar la responsabilidad social desde la perspectiva de la creación de valor; una creación de valor en sentido amplio, que impacta no sólo en los accionistas o propietarios de las empresas, sino también en sus empleados, sus clientes, sus proveedores y su entorno más próximo.

Desde las distintas administraciones públicas, se está impulsando la Responsabilidad Social valorándola cada vez más en sus concursos y adjudicaciones, y desarrollando legislación, planes, estrategias e iniciativas diversas al respecto (observatorios, registros de empresas responsables, sellos, premios…). La Unión Europea publicó, a finales de 2011, su Estrategia renovada de la UE para 2011-2014 sobre la responsabilidad social de las empresas; en España, estamos pendientes de que sea aprobada en breve la Estrategia Española de Responsabilidad Social de las Empresas; y, en Castilla y León, también está próxima la aprobación del Plan Regional de Responsabilidad Social Empresarial, tal y como están haciendo la mayoría de las comunidades autónomas (Navarra, Cataluña, Valencia, Extremadura, Galicia, Murcia -este mismo año-…).

Para implementar la RSE, las empresas cuentan con guías (ISO 26000), sistemas de gestión certificables (SGE21, IQNetSR10), normas internacionales (AA1000, SA 8000), guías para la elaboración de los informes de sostenibilidad (GRI-G4)… y, además, disponen de múltiples recomendaciones como las del Club de Excelencia en Sostenibilidad o Forética. Todas ellas pueden servir de orientación para implantar la RSE, para desarrollar una responsabilidad social a la medida de cada empresa y adaptada a sus propias características y necesidades. Y no deben olvidar lo más importante: el ejemplo y las prácticas de otras empresas –grandes, medianas y pequeñas–, que ya han conseguidos importantes retornos implantando esta estrategia.

responsabilidad social empresarial
Fotografía de Paco Heras

Para terminar, una cita de Edward Freeman, profesor de la Universidad de Virgina (EE.UU.), que me ha inspirado el título este post, «Todo nos lleva a la responsabilidad social empresarial»: “Necesitamos desesperadamente un nuevo relato para los negocios. Durante mucho tiempo, hemos tenido una idea de los negocios que ya no es útil. Pensar en los negocios como ganancias, o pensar en la gente de negocios como codiciosa y solo preocupada por el dinero no funciona en el siglo XXI. El mundo está demasiado interconectado y los negocios son demasiado importantes en nuestras vidas. Los empresarios crean valor para otros. Esa es la principal razón de ser del capitalismo. Necesitamos negocios y ética. Necesitamos empresas que figuren en la sociedad en lugar de estar fuera de ella. Y necesitamos gobiernos y organizaciones no gubernamentales para que piensen cómo pueden mejorar el proceso de creación de valor”.