En los últimos años ha habido un cambio en la concepción sobre cómo las personas aprenden y utilizan el conocimiento y la información en los contextos profesionales y organizativos.
No es una moda pasajera fruto del fuerte impacto de las redes sociales, sino que desde 1991 diversos autores vienen analizando el impacto del aprendizaje informal que se produce en las organizaciones.
Bajo un planteamiento que defiende la idea de que el aprendizaje implica participación en comunidad y que la adquisición de conocimientos se considera un proceso de carácter social, emergen las Comunidades de Práctica como un nuevo escenario en el que el aprendizaje y la participación se aúnan para dar sentido a la práctica que se produce en el día a día de las organizaciones.
Las Comunidades de Práctica son grupos no formales cuyo origen y funcionamiento no tienen que ver con el organigrama, ni con las funciones, ni con la jerarquía dentro de la organización. Sin embargo, poseen una estructura formal de funcionamiento, unas dinámicas sistemáticas basadas en una experiencia y una identidad común. Son grupos de personas que comparten pasiones, preocupaciones, problemas o intereses comunes y mejoran su práctica a través de la colaboración y la interacción.
Las Comunidades de Práctica son el contexto de creación de valor por excelencia en el aprendizaje informal corporativo. Son el medio ideal para que los profesionales, además de compartir experiencias y conocimientos, hallen respuestas a diversidad de casos cotidianos que van más allá del saber y del trabajo directamente relacionado con su área, pero que también tienen que ver con su práctica.
Por todo ello, las Comunidades de Práctica no deben quedarse al margen de las estrategias de formación. Las organizaciones deben atreverse a salir del modelo de formación clásico para abordar procesos de formación informales que apoyen, acompañen y faciliten experiencias de aprendizaje y participación de este tipo.
Si desde las organizaciones se quiere apoyar la evolución de las Comunidades de Práctica ya existentes o promover la aparición de nuevas, hay que ser proactivos y sistemáticos con su desarrollo e integración dentro de la estrategia organizativa para que alcancen su máximo potencial. Por lo tanto, aunque no podemos planificarlas y promoverlas, en el sentido tradicional, ya que las Comunidades de Prácticas, emergen y se forman de manera natural, sí que podemos promover y guiar su evolución, ayudando a sus miembros a identificar el conocimiento, eventos, roles y actividades que catalizarán su crecimiento.
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