Prácticamente todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido que preparar una presentación y hemos cedido a los encantos de una herramienta visual (powerpoint, keynote, prezi…).
Cegados por la borrachera de tareas pendientes, lo más habitual es tirar de hemeroteca e incorporar viejos contenidos al nuevo documento para no perder tiempo. Al día siguiente, después de la resaca, nos damos cuenta del «frankenspoint» que tenemos a nuestro lado… ¡maldito powerpoint!.
Bajo esta metáfora, quiero poner de manifiesto la relación amor-odio que tenemos con estas aplicaciones. No podemos vivir sin ellas (más aún si son utilizadas como chuleta) y cuando el resultado es desastroso les echamos toda la culpa, olvidando que su buen uso es responsabilidad del que la utiliza. ¿En qué estamos fallando?
Cuando nos encargan una presentación, lo primero que hacemos es abrir nuestros portátiles y ponernos manos a la obra. Pasados unos minutos, lo que empezó siendo un espacio en blanco lleno de creatividad, se convierte en un soporte donde coleccionar retales de antiguas presentaciones o de las que encontramos por internet. ¿es la mejor forma de empezar una presentación? ¿estamos utilizando correctamente nuestro soporte visual?.
El resultado no es homogéneo ni tiene definido el hilo conductor, ¿nos hemos preguntado antes…:
- …cuál es el propósito de nuestra presentación?
- …qué medios tendré a mi disposición?
- …cuál es el perfil de mi audiencia?
- …de cuánto tiempo dispongo?
Estas son sólo algunas de las muchas preguntas que debemos hacernos durante la etapa más importante; la de preparación. Una fase que en muchas ocasiones obviamos justificando falta de tiempo, a pesar de ser conscientes de su vital importancia.
Si tienes nueve horas para talar un árbol, emplea siete en afilar el hacha» (Abraham Lincoln)
Utilizando otro símil, esta vez el deportivo, no descubro nada al afirmar que antes de correr hay que calentar o aparecerán las temidas lesiones.
En los talleres de presentaciones impactantes que imparto a empresas, tenemos la «sana» costumbre de practicar una rutina de entrenamiento para crear presentaciones impactantes sin quedar impactado. Como podréis comprobar, no tomamos contacto con el ordenador hasta la última etapa (y en ocasiones se omite por no resultar necesaria).
- Conoce a tu audiencia: investiga sobre su ADN (Actitudes, Demografía, Necesidades).
- Define tu mensaje: resume tu idea en un párrafo, a modo de titular de prensa.
- Crea una historia: ayúdate del storytelling para fomentar la comprensión y el recuerdo.
- Define el guión: será tu esqueleto sobre el que desarrollar la acción.
- Organiza tus ideas: crea un boceto con la representación visual de tus diapositivas antes de buscar o crear imágenes.
- Diseña tu soporte: utiliza tu herramienta favorita y comunica visualmente.
Siguiendo estos sencillos pasos e iterando tantas veces como mensajes queramos comunicar, conseguiremos crear soportes visuales listos para ser mostrados en nuestra próxima exposición.
Y tú, ¿qué rutina sigues cuándo vas a preparar una presentación?
Deja una respuesta