Si existen dos tendencias de moda en los últimos tiempos (y dejamos a parte los selfies y los IceBucketChallenge y nos centramos en el mundo de los negocios), son la proliferación de negocios en internet y la relevancia de las capacidades humanas para ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos. Y desde mi punto de vista, el Master Digital Business de la Escuela de Negocios ha sabido observar muy bien el entorno y desarrollar un curso académico que aúna a la perfección dichas tendencias. Desde un punto de vista académico, el master está enfocado a ‘Mejorar tus conocimientos o reciclarte y convertirte en un experto de los negocios en Internet, uno de los pocos sectores en crecimiento’ y son muchos los profesionales de reconocido prestigio que pasan por el aula para aportar su granito de arena y conseguirlo. Pero este master también se ocupa de la labor más ligada a los recursos y capacidades humanas enfocado a saber aplicar todas esas herramientas ligadas a los negocios 2.0. En este ámbito, se encuentra la tarea por la que me embarqué en esta aventura gracias a sus directores, aportar a los alumnos una herramienta para construir la casa por los cimientos. Mi labor consiste en facilitar a los alumnos los conocimientos básicos del pensamiento creativo y ayudarles a utilizarlos para la generación de ideas de negocio con un componente 2.0. Ideas con suficiente empaque para que sean el germen de proyectos viables de fin de master. Y es que el proyecto fin de master es una de las partes más importantes ya que los alumnos deben volcar todos los conocimientos adquiridos dentro del curso para hacer viable un negocio en internet. En este artículo, quiero aportar mi granito de arena para contar la experiencia que vivimos durante el curso pasado donde utilizamos como herramienta, una habilidad humana como es la creatividad poniéndola al servicio de los negocios 2.0

Tenía un reto importante y un tiempo limitado para conseguirlo. Por eso, en este tipo de cursos es fundamental no enredarse e ir al grano. Tras un breve entrenamiento creativo para conocernos un poco mejor y lograr un ambiente óptimo, comenzamos nuestra sesión de pensamiento creativo trabajando en pequeños grupos.

El primer paso es elegir el reto. Necesitamos experiencias personales sobre las cuales partir sin olvidarnos de una de las partes más importantes. Un negocio debe cubrir una necesidad o deseo de un grupo de personas. Por lo tanto, era obligado preguntar: ¿Qué tipo de necesidades pueden existir en esas temáticas personales que sean susceptibles de convertirse en oportunidades de negocio? ¿Qué grupo de personas es el que tiene esa necesidad?

Una vez respondidas esas preguntas por cada uno de los grupo, llegaba el momento de aprovechar toda su creatividad para generar el mayor número de ideas posibles que trataran de dar respuesta a esas necesidades.

Pero, ¿qué es realmente la creatividad? Seguramente, cada uno tengamos nuestra percepción de lo que entendemos por creatividad. Según varios expertos de esta disciplina entre los que cito a Alex Osborn, Sir Ken Robinson o Juan Prego, la creatividad es la habilidad que tenemos las personas de generar ideas originales que aporten valor.

Atendiendo a esta afirmación, la creatividad de la que se habla es una creatividad operativa. Aquella que sirve y propone soluciones a un reto. En este momento, la creatividad se convierte en nuestro mejor aliado. Una herramienta que nos ayuda a encontrar respuestas hasta ahora desconocidas para nosotros. Por lo tanto, tenemos que tener claro que necesitamos un objetivo sobre el cual poder generar ideas originales.

Una vez conocido el reto para cada uno de los grupos de trabajo, comenzamos a trabajar con diferentes técnicas de creatividad de menor dificultad a mayor, tratando de aprovechar la imaginación y el conocimiento de los participantes para generar la mayor cantidad de ideas de negocio posibles. Después de utilizar más de media docena de técnicas, y haber generado tanto de forma individual como grupal una gran cantidad de ideas, llegaba la hora de bajarlas a la tierra. Para ello, era necesario filtrarlas y quedarnos con las que mejor se adaptaban a cada uno de los objetivos de los diferentes grupos de trabajo. Para ello, las ideas debían de cumplir con una serie de parámetros económicos, de impacto y de innovación.

Tras un periodo de construcción y definición de las ideas, cada uno de los grupos formados presentó sus tres mejores ideas al resto de los participantes, materializando la conexión creativa de sus intereses personales y las necesidades de los diferentes grupos de personas.

Estábamos a principio de curso y la sed de conocimientos y experiencias vividas enriquecerían, cambiarían o eliminarían las ideas previamente creadas durante el desarrollo del mismo. Es el camino natural. Pero al menos, todos nos fuimos satisfechos de haber aprendido y experimentado con uno de los procesos más importantes, ver nacer las ideas. Los cimientos de lo que más tarde serían sus proyectos.