Uno de los mayores problemas que nos podemos encontrar a la hora de desarrollar nuestro negocio es la estrategia. ¿Cómo la definimos? ¿A quién nos vamos a dirigir? ¿Tendremos la suficiente flexibilidad para cambiarla? ¿Sabemos distinguir lo que es el corto plazo del medio y el largo? ¿Seremos capaces de pensar siquiera que existe un largo plazo?
¿Qué necesito para mi estrategia?
En realidad, no necesitas nada más que tu plan de negocio para la correcta realización de tu estrategia. Bueno, en realidad sí: un poco de espíritu crítico y, aún más importante, discernir correctamente cuáles son los objetivos que quieres conseguir a corto, a medio y a largo plazo.
Pongamos un caso tipo: montar un negocio de servicios relacionados con tecnología. Aquí el plan nos indicará los siguientes hitos que marcarán a su vez una serie de objetivos:
- una web,
- posicionamiento para los servicios que nos ofrecen un mayor valor,
- captación de clientes para esos servicios,
- crecer a través del posicionamiento de nuevos servicios,
- internacionalización si tenemos una visión global del mercado.
La lógica nos marca que el orden de estos factores es el indicado anteriormente y así lo reflejaremos en nuestra estrategia, con las acciones que correspondan para cada uno de ellos. Pero lo que no deberemos hacer es fija nuestra estrategia para morir con las botas puestas, sino para que nos permita un marco lo suficientemente flexible como para que esos hitos objetivo puedan modificarse en su orden sin un excesivo descalabro en nuestro objetivo final, que es la rentabilidad de nuestro negocio.
Monitorizar y seguir. Monitorizar y seguir.
Para evitar esos problemas de rentabilidad, en nuestra estrategia también deberemos fijar una serie de indicadores (los famosos KPIs) que nos permitan adelantarnos a las necesidades del mercado, que será el que finalmente haga que nuestra estrategia funcione. Esa capacidad de adaptación es la que marcará si nuestro negocio es rentable, interesante para potenciales inversores (un plan B siempre muestra que estamos preparados para posibles cambios en el mercado) y nos dará unas posibilidades de supervivencia que, de otra manera, no podríamos tener.
Aquí es donde entra en juego el Social Media. ¿Por qué? Porque tenemos en nuestra mano una de las mejores herramientas para la realización de investigaciones de mercado, desde obtener información de nuestros clientes de manera directa (quejas, sugerencias, resolución de incidencias) como la posibilidad de identificar las razones que llevan a potenciales clientes a optar por nuestros competidores, de tal manera que creemos un marco que nos permita adaptar y mejorar nuestros servicios.
¿Que resulta que hemos planteado que nuestro negocio se sostendrá con la demanda interna pero finalmente estamos llegando mejor a clientes extranjeros que nos ofrecen una mayor rentabilidad? ¿Que tenemos un producto por el que no apostábamos en un primer momento y es lo que demanda el mercado? ¿Que nuestra web presenta deficiencias? Todo esto lo podremos detectar a través de una correcta monitorización de todo lo relacionado con la red, entendiéndola en sentido amplio e incluyendo no sólo a la parte social, sino también a otras cuestiones como medios, foros o incluso comentarios que podamos encontrar relacionados con nosotros.
Esa monitorización nos dará pistas de cara a la gestión correcta de nuestra información y nos permitirá realizar las adaptaciones de estrategia que sean necesarias.
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